El costo de vida influye en la decisión: Cada vez más parejas en Argentina eligen tener un solo hijo

El costo de vida influye en la decisión: Cada vez más parejas en Argentina eligen tener un solo hijo

El costo de vida influye en la decisión de las parejas de tener hijos. Aunque va más allá de lo económico, también obedece a cambios culturales profundos.

En las últimas tres décadas, la familia argentina se ha transformado de manera profunda. El modelo tradicional de pareja con varios hijos dejó de ser la norma para dar lugar a hogares cada vez más pequeños. La tendencia es clara: cada vez más parejas deciden tener un solo hijo o, directamente, no tenerlos. Este fenómeno, que atraviesa al país en su conjunto, también se refleja en Mendoza, donde la natalidad muestra una caída sostenida y la maternidad se posterga hacia edades más avanzadas.

Lo que antes era motivo de comentario -el “hijo único” como excepción - se ha vuelto un rasgo creciente de la estructura familiar argentina. La decisión no responde a un único factor, sino a la confluencia de elementos económicos, culturales, sociales y demográficos que moldean nuevas formas de organización de la vida en común.

Hogares más pequeños, familias distintas

Los datos de la Encuesta Permanente de Hogares y de los censos nacionales revelan que, entre 1991 y 2022, el tamaño promedio de los hogares pasó de 3,6 a 2,9 personas. La proporción de familias nucleares con hijos se redujo 14 puntos porcentuales, mientras que los hogares unipersonales se duplicaron. En paralelo, creció la presencia de hogares monoparentales, en un 80% encabezados por mujeres.

Según el Observatorio del Desarrollo Humano de la Universidad Austral, en 2022 solo el 43% de los hogares tenía hijos menores de 18 años, frente al 56% de 1991. Este dato es clave para entender la magnitud del cambio: más de la mitad de los hogares argentinos ya no incluye niños.

En Mendoza, las cifras confirman esta transición: en 10 años hubo un 42% menos nacimientos. Según las estadísticas del Ministerio de Salud de la provincia, en 2013 se dio a luz a 34.530 personas. En 2023 se registraron 20.051.

La caída de la natalidad

La tasa global de fecundidad en Argentina pasó de 3 hijos por mujer a fines de los años 80 a 1,36 en 2023, una caída de más del 55% en apenas tres décadas. Desde 2014, el país experimenta un descenso abrupto de nacimientos, con una reducción del 40% en menos de una década.

En términos comparativos, mientras que en los años ‘90 la maternidad se concentraba entre los 20 y 24 años, hoy el mayor número de nacimientos se da en mujeres de 25 a 29 años, seguido por el grupo de 30 a 34. Esto refleja un corrimiento del calendario reproductivo y una planificación más consciente de la maternidad y la paternidad.

El costo de vida y la clásica pregunta de "para cuándo un hermanito"

El costo de vida es uno de los principales condicionantes a la hora de decidir tener hijos. Alimentos, vivienda, salud y educación representan un esfuerzo cada vez mayor para las familias. A esto se suma la precariedad del mercado laboral, con alta informalidad y bajos salarios.

Los datos de pobreza infantil son elocuentes: el 65% de los niños menores de cuatro años vive en hogares pobres, según CIPPEC. Frente a este escenario, muchas parejas consideran inviable ampliar la familia y optan por limitarla a un solo hijo. La correlación entre ciclos económicos y natalidad es directa: en contextos de crisis, las familias tienden a postergar o reducir la decisión de tener hijos.

Para muchas familias, el cálculo económico se combina con la búsqueda de una mejor calidad de vida. “Tenemos a Milo, que en diciembre cumple nueve. En su momento intentamos tener otro hijo, pero después de una pérdida decidimos quedarnos con uno solo”, comentaron Laura y Gonzalo, una pareja mendocina. “Nos gusta viajar, disfrutar de ciertos gustos y darle a nuestro hijo actividades extracurriculares. Milo ya está muy acostumbrado a viajar y estamos muy cómodos así”, señalaron

También mencionan que, aunque la sociedad sigue asociando la felicidad familiar con tener más de un hijo, no sienten culpa: “Nosotros no somos de seguir mandatos. Milo tiene primos con los que se lleva perfecto. Además, nuestra familia también está integrada por varias mascotas: tenemos dos perros y tres gatos. Somos felices con nuestra familia tal como es”.

Entre las familias trabajadoras, el tiempo disponible también pesa tanto como el dinero. “Tenemos un solo hijo, Lionel, y trabajamos al menos 10 horas por día porque somos comerciantes”, contaron Jimena y Víctor y agregaron: “Nuestro hijo pasa muchas horas con las abuelas y con la niñera, y por ahora no podríamos sobrecargarlas con otro nieto. Tal vez en el futuro cambiemos de idea, pero hoy sería imposible. Aun así, todos nos preguntan cuándo le vamos a dar un hermanito”.

Transformaciones culturales

El deseo de tener un solo hijo no solo responde a limitaciones materiales. También refleja cambios culturales profundos. Las nuevas generaciones priorizan proyectos personales, viajes, formación académica y carreras profesionales. En ese marco, la maternidad y la paternidad se conciben de manera distinta, con mayor libertad para decidir si, cuándo y cuántos hijos tener.

La elección de tener un solo hijo también se vincula con una mirada más consciente sobre los deseos y prioridades personales.

“Decidimos tener una sola hija porque queremos darle un buen estilo de vida. No hablamos de lujos, pero sí que no le falte nada”, explicaron Antonella y Sebastián, padres de Belén. “Ambos tenemos varios hermanos y Belén crece rodeada de primos que son como sus hermanos. Compartimos vacaciones y disfrutamos mucho así”, dijeron.

El acceso a métodos anticonceptivos de larga duración, la ampliación de la Educación Sexual Integral y políticas como el Plan ENIA (para la prevención del embarazo adolescente no intencional – aunque fue dado de baja este año por el gobierno de Javier Milei-) han dado herramientas para que las decisiones reproductivas sean más conscientes.

A esto se suma un cambio en los roles de género. Las mujeres han incrementado su participación en el mercado laboral, al punto de convertirse en principales aportantes en muchos hogares. Sin embargo, la corresponsabilidad en el cuidado aún es una deuda: los varones destinan mucho menos tiempo a las tareas domésticas, lo que limita la posibilidad de las mujeres de expandir la familia sin resignar su desarrollo profesional.

El impacto en la estructura social

La disminución en el número de hijos por hogar tiene implicancias que trascienden la vida privada. En primer lugar, genera lo que se conoce como “bono demográfico”: una mayor proporción de personas en edad de trabajar respecto de la población dependiente. Esto abre una ventana de oportunidad para el desarrollo, siempre que se logre aumentar la productividad y la calidad del empleo.

Sin embargo, a mediano plazo, el fenómeno plantea un desafío inverso: el envejecimiento poblacional. El índice de envejecimiento en Argentina pasó de 35 en 2001 a más de 60 en 2025, lo que significa que cada vez hay más adultos mayores en relación con niños y adolescentes.

Este cambio presiona sobre los sistemas de salud, previsión y cuidados, y obliga a repensar las políticas públicas para atender tanto a la infancia como a los adultos mayores.

Políticas de cuidado: una deuda pendiente

Especialistas insisten en que comprender la diversidad de hogares es fundamental para diseñar políticas públicas eficaces. El sistema de licencias, por ejemplo, sigue basado en un modelo de familia nuclear y deja afuera a hogares monoparentales, trabajadores informales y familias no heterosexuales.

Argentina cuenta con una de las licencias por paternidad más cortas de Sudamérica, apenas dos días, lo que refuerza la sobrecarga en las mujeres. Además, el acceso desigual a servicios de cuidado profundiza las brechas: los niños de hogares más pudientes tienen cinco veces más probabilidades de asistir a jardines o centros de cuidado que los de familias pobres.

La construcción de un sistema integral de cuidados aparece como un requisito ineludible. Invertir en tiempo, dinero y servicios para acompañar la crianza no solo mejora el bienestar de las familias, sino que también promueve la igualdad de género, reduce la pobreza y favorece el desarrollo infantil.

El futuro de la familia argentina

Lejos de la imagen tradicional de familia numerosa, la Argentina se encamina hacia hogares cada vez más pequeños, con menos hijos y mayor diversidad en sus configuraciones. La elección de tener un solo hijo, que antes era vista como una excepción, se consolida como una opción frecuente.

Esta tendencia plantea desafíos de gran envergadura: ¿cómo garantizar políticas de cuidado acordes a las nuevas realidades? ¿Cómo sostener los sistemas de salud y previsión en un país cada vez más envejecido? ¿Qué apoyos necesitan las familias para poder decidir libremente cuántos hijos tener sin que la economía sea un condicionante absoluto?

En última instancia, la respuesta no pasa por volver a un ideal de familia que ya no existe, sino por reconocer la pluralidad de formas en que los argentinos eligen vivir en comunidad.

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