Construían un cordon cuneta en el centro de El Tala y hallaron restos arqueológicos de la cultura La Candelaria

Construían un cordon cuneta en el centro de El Tala y hallaron restos arqueológicos de la cultura La Candelaria

Leonardo Mercado es licenciado en antropología con especialización en arqueología, graduado en la Universidad Nacional de Salta, y ejerce el cargo de director del Museo de Antropología de la provincia de Salta desde finales de 2018.

Dicho Museo es, entre otras tareas, la autoridad de aplicación de la Ley N°6649, que habla de las responsabilidades y autoridades competentes para el resguardo y protección del “acervo paleontológico, arqueológico, artístico e histórico documental (que) forma parte del patrimonio cultural de la Provincia”.

A partir de este contexto, y de la curiosidad que despiertan los hallazgos, sobre todo aquellos cercanos a los ejidos urbanos, nace este intercambio con uno de las grandes responsables de llevar adelante esa tarea.

Hace muy poco en pleno centro de El Tala se hallaron restos arqueológicos de la cultura La Candelaria. Tuvo mucha repercusión y genera mucha curiosidad en el público en general, ¿en qué consistió?

—Durante las tareas de construcción de un cordón cuneta por parte de la Secretaría de Obras Públicas de la Municipalidad de El Tala, en pleno pueblo, se realizó el hallazgo fortuito de material arqueológico. La zona ya era conocida porque a escasos metros habíamos realizado un rescate previo en el año 2023. De manera que, de alguna forma, conocíamos de antemano la problemática arqueológica del lugar. Luego del hallazgo por parte de los operarios, la Municipalidad se comunicó con la Subsecretaría de Patrimonio Cultural de la provincia y es así como, con el equipo del Museo, nos apersonamos en el lugar. Es importante recordar que el Museo de Antropología de Salta es la Autoridad de Aplicación de la Ley N°6649 y que por tanto está involucrado en estas tareas de rescate arqueológico.

Se recuperaron dos contextos mortuorios diferentes: por un lado, una urna de gran porte en la que se inhumaron tres individuos adultos en lo que consideramos un entierro secundario (esto quiere decir que se depositaron algunos huesos solamente de los individuos en la urna) y, por otro lado, un entierro, también en urna aunque de dimensiones menores, de lo que sería un infante. Es importante destacar que el contexto arqueológico, en este caso (y en casi todos los casos en donde se producen hallazgos fortuitos) se encontraba perturbado a raíz del accionar de las maquinarias. Esto quiere decir que los objetos arqueológicos no necesariamente se encontraban en el lugar exacto en el que fueron depositados, sino que su posición, al momento de nuestra llegada, era otro. Con todo, se trata de un contexto perteneciente a lo que se denomina “cultura” La Candelaria, que se desarrolló entre el 0 y el 1000 de nuestra era en esa zona, principalmente.

—¿Cómo podrías explicar un rescate arqueológico?

—Un rescate arqueológico es una intervención de emergencia en la que prima la salvaguarda del bien. La urgencia es la que determina las características de la labor arqueológica en este caso. Es decir, no siempre es posible planificar una excavación en términos ideales porque los hallazgos se producen como consecuencia del avance de alguna obra, por ejemplo, y, es en ese contexto en el que es menester actuar con celeridad con el fin de proteger el bien. De manera que todo el registro y la documentación del contexto arqueológico debe realizarse lo más rápido posible para evitar perder información durante el avance de la obra de la que se trate.

—¿Qué información nos devuelve un rescate?

—Un rescate nos activa casi la misma información que una excavación planificada. La diferencia es básicamente un asunto de tiempo a la hora de realizar las tareas técnicas y la posibilidad de que los contextos se hallen alterados como consecuencia de las propias obras que permitieron dar la noticia del hallazgo.

—¿Cómo se trabaja hacia el futuro con esa información?

—La información recuperada pasa a formar parte, a partir de Informes de actuación que el Museo genera, de una suerte de repositorio de información que permite, por un lado, conocer la dinámica de ocupación humana en distintos puntos de la provincia y, por otro lado, constituye un antecedente disponible para los investigadores que se interesen en tal o cual aspecto arqueológico. Finalmente, hay que decir que en muchas oportunidades las propias municipalidades en las que se realizan los rescates se ven interesadas en que los materiales recuperados permanezcan en dichos lugares y así sucede. Pero cuando no, nuestra institución es la responsable de custodiar ese material.

—Como el de El Tala, el anterior rescate había sido también muy cerca del ejido urbano, en Cerrillos, ¿Cómo fue esa experiencia?

—Sí, se trató de un rescate que hicimos con el equipo del Museo, con arqueólogos independientes y con profesionales del ICSOH- CONICET UNSa, también a solicitud de la municipalidad (en este caso de Cerrillos). En una urbanización, y como consecuencia primero del accionar de una motoniveladora pero también del accionar del agua en verano, quedaron expuestas las “bocas” de unas urnas que pudimos rescatar del medio de una calle.

En este caso, y a pedido de la comunidad de Cerrillos, desarrollamos una charla en una escuela rural próxima al lugar del hallazgo, la Escuela Dr. Ernesto Solá, N°8035, en la que pudimos compartir nuestra experiencia de trabajo y también comentar algunos aspectos de la ocupación humana en el Valle de Lerma en general y en el sector del hallazgo en particular. Así es como presentamos información sobre, por ejemplo, el que sería el primer contexto funerario colectivo conocido para el Valle de Lerma asociado al periodo Tardío (900-1400 d. C.).

—Personalmente, ¿Qué sensaciones te atraviesan en el momento en el que estas excavando?

—Los contextos arqueológicos siempre son sorprendentes, independientemente de los años que uno lleva desarrollando esta tarea. Hay una intención también de alegría en la posibilidad de aportar información significativa para conocer el pasado humano, ya sea para los pobladores de los lugares en los que se trabaja como así también para los investigadores que pudieran llegar a interesarse en continuar con las tareas en las que no simplemente abre una puerta. Pero fundamentalmente hay mucho respeto en un quehacer que involucra la responsabilidad de aportar información que permite reconstruir la historia de las personas del pasado.

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